David Cantero: “Prescinden de mí en mi mejor momento, ellos se lo pierden”
El comunicador, recién salido de Mediaset, insiste en que está en paro, no jubilado, y busca trabajo en la tele, medio que le apasiona pero que considera “un juguete roto”


Cita a la hora del vermú en la plaza mayor de Brunete, el pueblo de las afueras de Madrid donde vive desde hace décadas con su mujer y sus hijos. Es el primer lunes sin rastro de nubes después de tres semanas de lluvias y las mesas de las terrazas llaman a gritos a sentarse a tomar algo al tibio sol de marzo. De cerca, en este entorno inesperado, David Cantero (Madrid, 64 años) combina la voz, el aplomo y el porte del presentador de informativos que lleva décadas ante la cámara, con una actitud relajadísima y un dominio total y desenfadado de la jerga del oficio. Solo hace tres semanas que ha salido de Telecinco, sin despedirse, después de aceptar, a su pesar, la invitación de la cadena para irse. Él mismo publicó luego en su Instagram lo que había pasado para que nadie le arrebatara su propio relato. Lo que más le gusta, dice, es contar la realidad. Y nadie mejor que él para hacerlo.
¿Qué tal sus primeros lunes al sol?
Bueno, hace un año que puedo permitírmelos, desde que me quitaron del informativo de la tarde y me pasaron al fin de semana. Tal vez ahí empezó todo. Pero ahora soy un parado, privilegiado, sí, sería absurdo quejarme, pero parado. No tengo tanto colchón como para estar el resto de mi vida sin trabajar, pero sí un tiempo tranquilo. Así que, sí, puedo estar con esa sensación de mira, voy a tomarme una cañita al sol del lunes.
¿Qué empezó cuando lo pasaron al fin de semana?
No digo que fuera un destierro, pero bueno. Fue un trago al principio, pero yo le saco la parte positiva a todo: así podía dedicar más tiempo a mis hijos y a la pintura. Pero, tú lo sabes: notas que los favoritos son otros, y no pasa nada. A veces hay un amor desaforado, eres el mejor, pero también sabes que esos amores se pueden ir a otra persona. Hasta que te lo proponen, te cuesta decidirte, y, finalmente dices, pues ya está, se acabó, hasta aquí hemos llegado, no pasa nada. Lo llevo bien. Soy un enfermizo de la relativización. Nada es para tanto. Es mejor mantenerse en un agradable término medio tanto para sufrir como para gozar.
En el último año han salido de Telecinco Pedro Piqueras, José Ribagorda y usted, todos veteranos. ¿Edadismo?
Cada caso es distinto, pero te hablo del mío: un poquito de edadismo puede haber. Cosa que me parece estúpida, porque en este trabajo, si hay un valor, es la experiencia. Quien mejor te va a contar las cosas es quien más miles de informativos tenga ante la cámara, y más miles de horas de vida, de experiencia detrás. Tus mejores prescriptores de información van a ser siempre personas mayores. Pero ya está. Es lo que hay. Lo que no quería era que me quitaran de antena y me dejaran en el limbo, porque no me lo merezco. Prefiero irme del todo y me voy habiendo hecho un muy buen trabajo.
Con 42 años cotizados, según usted mismo, podría haberse jubilado.
No quería jubilarme porque me lo dijeran otros. Me he apuntado al desempleo y estoy abierto a ofertas profesionales. No he dado todo lo que puedo dar. Estoy en un momento dulce. Prescinden de mí en mi mejor momento. No me gusta decir que ellos se lo pierden porque suena un poco despectivo, pero, sí, en el fondo ellos se pierden a un buen profesional. Porque no quieren gastarse el dinero, porque quieren a alguien más joven, por lo que sea, se pierden un profesional que puede estar en el plató de televisión como en el sofá de su casa con toda la tranquilidad del mundo y sacar adelante lo que le echen y eso cuesta mucho. Muchísimo.
¿Cuál cree que es su sello?
Llevo 42 años trabajando. Empecé como reportero gráfico. Soy una rara avis en esto, porque he estado a los dos lados de la cámara. Tengo mucho callo y mucha calle, a diferencia de otros presentadores, que no han salido de la comodidad de un plató. He estado en los cinco continentes con la cámara a cuestas. He visto el dolor y la muerte a 10 centímetros. He vivido muy rápido, muchas cosas, con mucha intensidad. Todo eso se te va quedando en el disco duro.
¿Y eso lo ve la cámara cuando lo enfoca?
Me gusta la sensación de contar las cosas y sentir que llego, y eso es un misterio. me ha costado muchos años llegar a dominar esa mesa de plató, mirar a cámara y contar lo que pasa. Es como convertirte en un maestro de un arte marcial. Al principio estaba aterrorizado, era muy cruel conmigo mismo, muy crítico, hasta que un día empecé a notar que sí, que era capaz. No todo el mundo vale para esto. No vale solo tener buena pinta y buena voz. Hay que traspasar, llegar al otro lado y captar la atención del público. Tardé mucho en ser yo, David, contando lo que pasa, siendo capaz de salir de cualquier fregado sin perder la calma.
¿Cuál es la peor crisis que ha tenido en directo?
He tenido 200.000 crisis. Recuerdo especialmente la del accidente de Spanair, porque eran horas en directo con una información súpersensible, con muertos, con las familias escuchando, casi sin información. Mi hermano es piloto, me llamó comentando que el comandante del avión era un amigo suyo y me impactó muchísimo. En eso consiste tu trabajo: en dominar tus emociones, no dejarte llevar por los nervios y el pánico, tener mucha calma y coherencia. Lo más difícil de este trabajo es que tienes que estar siempre bien: yo he presentado con fiebre, con una brecha en la frente tapada con maquillaje, deshecho vivo el día que murió mi padre y mi madre, y tiene que parecer que estás bien.
¿Cómo ha sido leer sus propias necrológicas laborales en vida?
Raro, pero, mira, me he dado cuenta de que tengo un público. Ya ves que vivo aquí, en un pueblo, nadie me mira, soy uno más. Me ha sorprendido mucho ver que se te tiene cariño, aunque sea por familiaridad, porque llevas treinta y tantos años metiéndote en las casas a la hora del desayuno, de la comida y de la cena. Y ver que les gusta que las cosas se las cuentes tú. A ti se te olvida, pero a ellos no.
¿Cómo ve la tele, desde dentro y desde fuera?
La tele me encanta, la adoro. Pero, pobrecita mía, es un juguete roto, averiado. Es una señora, o señor, si quieres, entrado en años que cree que aún es un cañón y que no es consciente de que tiene muchos competidores más jóvenes muy difíciles de superar: canales de pago, plataformas, youtubers, redes sociales... La gente joven no ve la tele, no tiene esa costumbre. Mis hijos no me veían, y soy su padre. Lo de ver la tele todos juntos se acabó. Las audiencias están justitas, y muchos no lo asumen.

En la última etapa, con María Casado, hacían bromas en el informativo. ¿No le daba corte?
María empezó a presentar conmigo hace 20 años, en Televisión Española, y reencontrarnos ha sido un regalo. Tenemos una química brutal y esas cosas las hacíamos en el tramo de informaciones menos, digamos, serias, entonces, digamos que yo la seguía, encantado. La credibilidad se lleva puesta en la mirada, en la voz, en los gestos. Lo que no hago nunca es editorializar. No me meto en esos fregados. Hay otros colegas que sí lo hacen, pero yo siempre he creído que el trabajo de un presentador de informativos es contar lo que sucede con la mayor asepsia e imparcialidad posible y que el espectador saque sus conclusiones. Eso sí, que no me hagan tragar sapos, porque no los voy a tragar. Si te fijas, se me nota cuando algo me incomoda.
¿Se le desmanda la ceja?
Sí, o la mirada, o la voz. Y eso me gusta de mí. Hay noticias que me indignan, que me duelen, que me llevan los demonios. Entonces, eres comedido, pero hay algo en la mirada que la gente te lo pilla. Jamás he dicho nada, nadie sabe a quién voto y a quién rezo, y estoy orgulloso, pero, a veces, mis gestos, la forma de entonar, las pausas, me delatan. Y eso está bien. Eso, también es ser tú.
¿Cuántas veces se han metido los de arriba en su escaleta?
En Mediaset he tenido libertad absoluta. Igual se paraban las presiones antes de llegar a mí, pero ha sido un gusto. En Televisión Española, donde pasé 28 años, siempre hemos estado a vueltas de con quien estaba en el Gobierno. He vivido de todo. He conocido los peores momentos, el 11-M, que marcó un antes y un después en muchas cosas: en la política, en los medios, en todo. Recuerdo aquellos días salvajes, esos intentos de manipulación burdos, asquerosos. Lo reventaron todo. Pero también he vivido la época más maravillosa: la de Fran Llorente y Lorenzo Milá. Se empeñaron en quitarse el lastre que arrastrábamos de manipulación de mierda, y lo lograron.
¿Es consciente de su fama de símbolo sexual televisivo?
Bueno, eso me trae totalmente sin cuidado. Llevo 27 años con mi mujer. Vivo muy de puertas para dentro, en mi micromundo y me importa muy poco lo que se diga. Claro que soy consciente. Sabes qué pasa, que yo de pequeño era un chaval muy guapo en una España muy gris. Entonces, yo era siempre el guapo, y eso me tocaba mucho los cojones. Por eso era siempre también el más gamberro, porque soy un gañán y detesto todo eso. Entonces, he sido siempre un poco huidizo, tímido. No me gusta nada este tema. Por eso, me encanta Lalachus, que es una tía que dice: mira, me vais a comer lo que yo te diga, dejadme en paz, y es súperfeliz. Porque la tele es muy machista y mucho más cruel con las mujeres. A mí no solo se me perdonan las canas, sino que se me alaban.
¿Qué tenía en el cajón de la tele cuando recogió los bártulos para irse?
Pues sobre todo cosas de escritorio: lápices, bolis, gomas, sacapuntas y muchos papeles. Soy un dibujante compulsivo desde pequeño. Dibujo y pinto todo el rato. No soy nada digital, de hecho lo tengo todo en papel porque pienso que cualquier día va a haber una tormenta solar masiva y nos va a dejar sin nada que no esté impreso.
¿Y ahora qué? ¿Va a dedicarse a la pintura en exclusiva?
La pintura no es ningún plan B. Es mi pasión. Hay muchos cuadros míos colgados en muchos sitios que ni te imaginas. Encadeno uno con otro. Acabo de terminar uno que se titula Asombro y ya he empezado otro. Y, ahora, además, después de mucho tiempo, puedo decir que soy músico oficialmente. Sé tocar la guitarra, y eso es importantísimo en mi vida. Siempre tuve el deseo de tocar un instrumento, de poder expresarme con él. Me ha costado un huevo, y a veces fue desalentador, pero por fin lo conseguí. Ya fluyo.
Está en el paro, véndase:
Pues mira, soy un profesional un poco talludito, pero con mucha experiencia, muchas ganas y entusiasmo a la hora de trabajar. Sé que voy a tener que ser un poco más barato, pero estoy disponible siempre que sea una oferta interesante, porque no voy a perderme los lunes, ni los martes, ni los miércoles al sol a cambio de cualquier cosa. De hecho, ya he dicho que no a alguna. De momento, valgo más muerto que vivo. Es broma. Solo quiero tener salud. Con salud, lo demás es secundario.
'RARA AVIS'
David Cantero (Madrid, 64 años) se autodefine como una "rara avis" de la tele. Cuando estudió, nunca pensó que acabaría delante de las cámaras. Su pasión era, sigue siendo colgárselas al hombro como reportero gráfico, viajar, pisar la calle y llevar historias a la Redacción. Pero, por una carambola del destino, una sustitución de un presentador de informativos en Canal Sur, hizo una prueba y acabó como presentador de las noticias que estaba acostumbrado a cubrir. El resto es historia de la televisión. Tras más de 35 siendo el rostro de los informativos, primero de Televisión Española, y después de Telecinco, esta última cadena acaba de "invitarle" a dejar de trabajar para ellos. Él se niega a que lo jubilen otros y se ha apuntado al paro. Está abierto a ofertas.
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