GÓTICO CIVIL
La seda y el único edificio de Valencia que es Patrimonio Mundial
A partir del siglo XV, el comercio de la seda impregnó la vida y los negocios de esta ciudad que tiene una ruta para explorar lo que fue y lo que es

Alicia, la hija del último velluter, enseña a los turistas un puñado de capullos de seda en un recipiente de agua. Poco a poco, como si fuera un truco de magia, desenreda el hilo y cuenta la historia de su padre, Vicente Enguídanos, el ... artesano con el que terminó un oficio tradicional. La escena se desarrolla en el Museo y Colegio del Arte Mayor de la Seda, en Valencia, donde debe empezar una ruta para entender la historia de un negocio y una forma de vida que dominó el comercio del mundo. El edificio del Colegio, establecido en 1686, estuvo al borde de la ruina, pero Enguídanos, fallecido en 2021, pudo ver su rehabilitación e inauguración, en 2016. Ahora, su hija se detiene orgullosa en el histórico telar del artesano, una pieza única en España.
El Museo y Colegio del Arte Mayor de la Seda está en el barrio de Velluters, donde los artesanos y comerciantes de la seda fueron las estrellas en los siglos XV y XVI, cuando la ruta de la seda (y de la cerámica, especias, arroz, pólvora, té) que nació en China llegó a Valencia. En este barrio había a finales del siglo XVIII cerca de 5.000 telares. Al pasear por las callejuelas y ver algunos de los documentos que se conservan en el Museo la imaginación se traslada a la febril actividad de aquella época, cuando éste fue el centro de producción de fibra de seda más importante de España y el punto de conexión de Europa occidental con las rutas de la seda.
Todo empezó en China
La seda, de origen chino, se teje a partir de la fibra proteínica que produce el gusano de seda al fabricar su capullo. La cría de larvas con ese propósito se desarrolló en torno al año 2700 a.C. en la corte imperial china. Su 'fórmula de producción' era un secreto que nadie conoció durante mucho tiempo. En el siglo I a.C. llegó al Imperio Romano como un lujo exótico, la iglesia bizantina lo utilizó en sus trajes y tapices, y fue, al cabo, el material más apreciado en las rutas comerciales procedentes del Lejano Oriente, hasta el punto de que hoy conocemos esas vías de intercambio de productos e ideas como la Ruta de la Seda. Esa denominación se atribuye al geógrafo alemán Ferdinand Freiherr von Richthofen, que la incluyó en el título del libro 'Viejas y nuevas aproximaciones a la Ruta de la Seda' (1877), aunque ahora se dice que ya se había utilizado anteriormente.
Este comercio llegó al sur de la península ibérica con los árabes. La producción floreció en el Califato de Córdoba y en el Reino de Granada, donde alcanzó su esplendor a finales de la Edad Media (XII-XV). Hasta que en el siglo XV se instalaron en Valencia comerciantes y artesanos italianos que trajeron consigo la tecnología que se estaba utilizando en Génova para la producción de lujosos tejidos. Ahí comenzó a ganar fuerza el Gremio de Velluters. Según la Unesco, que creó un programa de investigación sobre este tema, la actividad sedera en España alcanzó a Valencia, Granada, Toledo, Sevilla, Cádiz, Córdoba, Murcia, Zaragoza, La Palma, Mallorca y Tarrasa-Barcelona.
Las calles de los mercaderes
La plaza del Mercado es el centro de la Valencia de hoy y el límite de la ciudad árabe del siglo XV. La antigua muralla musulmana -eliminada a partir de 1238, tras la conquista de Jaime I- pasaba por la Avenida María Cristina, por la calle de la Boatella, la calle de la Carda y la plaza del Tossal. Extramuros, en tierra de nadie, empezó a crecer el barrio de Velluters y la ciudad cristiana. Había también un pequeño mercado llamado del Aceite, a todas luces insuficiente para el nuevo y pujante negocio. Entonces surgió la idea de levantar la Lonja de la Seda, también llamada de los Mercadores.
Solo este edificio, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1996, cerca de la Iglesia de los Santos Juanes y del Mercado Central, justifica el viaje. Fue construido en su mayor parte entre 1482 y 1498 en un estilo gótico flamígero, un prodigio arquitectónico firmado por Pere Compte, maestro en el noble arte de la piedra, a partir de un proyecto que empezó Francesc Baldomar. Las columnas hacen de contrafuerte. En el exterior hay gárgolas con representaciones de los pecados, de la sodomía a la pereza, que quedaban así fuera del espacio destinado a un comercio justo y honesto. Desde el exterior se aprecian los tres edificios que componen el conjunto, la Lonja, el Torreón o prisión y el Consulado del Mar, donde se administraba la justicia.
En el interior, la Sala de Contratación impresiona. Un texto en latín deja claro dónde estamos: «Casa famosa soy en quince años edificada. Probad y ved cuan bueno es el comercio que no lleva fraude en la palabra, que jura al prójimo y no le falta, que no da su dinero a usura. El mercader que se haga así rebosará de riquezas y después gozará, por último, de la vida eterna». Debajo, el bosque de columnas (ocho columnas exentas, doce medias columnas adosadas a los muros, y cuatro cuartas partes de la columna en los ángulos). Parecen helicoidales, pero en realidad Pere Comte hizo girar las columnas con hilos de piedra que se retuercen como hilos de seda. En el siglo XV las bóvedas eran un cielo estrellado. Hoy todo es piedra. Piedra preciosa. Una escalera inverosímil, con escalones que salen del muro, llega a la torre.



En el centro de Valencia se ve algún comercio que utiliza la ruta de la seda como reclamo, hay tiendas de indumentaria tradicional y de souvenirs, e incluso hay un museo de soldaditos de plomo, L'Iber, que tiene un apartado dedicado a la seda, con estanterías centradas en China, India, Jordania, las caravanas, los espolines, Valencia, Italia... Alejandro Noguera conserva y enseña la colección de soldaditos más grande del mundo, empezada por su padre y ampliada por él sin descanso: cien mil piezas en exposición y más de un millón en el almacén.
Vestidos de 60.000 euros
La inmersión sedera continúa en Ensedarte Silk Atelier, en el centro de la ciudad, el lugar de trabajo y tienda de Eva Escamilla, licenciada en Bellas Artes, artesana. «Desde 2011 empecé a hacer cosas con textiles, pero cuando Valencia entró en la ruta de la seda de la Unesco me pareció que era una oportunidad. Desde 2016 trabajo con seda», afirma. Crea diseños únicos pintados sobre piezas de seda en blanco destinados sobre todo a regalos de cumpleaños, bodas o souvenir especiales, para gente que quiere volver de su viaje con algo especial.
Dice Eva que «la pervivencia de la seda en España está vinculada a las Fallas». Y no es un tema baladí. Esta fiesta, inscrita en 2016 en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, está en el corazón de Valencia. «Cuando nos podemos permitir comprar un vestido de valenciana con espolín -hecho a mano, con una persona que utiliza una lanzadera- nos ha tocado la lotería», afirma María Hernández Reinoso, guía turística, durante una parada en Albaes, una de las tiendas clásicas especializadas en indumentaria tradicional. Un vestido de esas características puede costar 18.000 euros (solo el tejido, porque el traje completo puede llegar a 50.000 ó 60.000) y necesita tres o cuatro meses de trabajo, con el dibujo y colores que cada cliente desee; uno hecho de forma más mecánica, en torno a 3.500-4.500, según los metros que se necesiten, explican en este establecimiento. «Hay quien se ha hecho un vestido de oro y plata con ¡treinta colores! Para nosotros y para muchos clientes de España y de fuera estos trajes son una joya».

Museo en Moncada
A trece kilómetros del centro de Valencia está el nuevo Museo de la Fábrica de la Seda de Moncada, inaugurado el pasado 13 de julio. La tradición sedera de esta familia se remonta al siglo XVIII, y el edificio es un valioso ejemplo de arquitectura industrial, construido en los años 40 del siglo XIX, según Josep Maria Burriel Alberich, director del museo. En 2014 fue adquirida por el Ayuntamiento. Ahora se puede visitar y descubrir un patrimonio que incluye, por ejemplo, once telares Jacquard de principios del s. XX fabricados en hierro y madera en pleno funcionamiento. La fábrica aún alberga la empresa textil Garín-1820 que confecciona allí espolines.
Los Garín (Mariano Garín Rubio montó su primer taller en 1774) y los Catalá, con ocho generaciones, son dos nombres imprescindibles en la historia de la seda valenciana. Guillermo Catalá dirige en la actualidad la Compañía Valenciana de la Seda en Beniparrell. Vives y Marí, que completa el podio con sus sesenta años de historia, asegura que aún utiliza telares de madera de mitad del XIX. Pueden hacer entre diez y doce centímetros al día. Y, como el caso de Catalá, ese trabajo suele ir destinado a vestir a las Falleras.
En un cuadro de Bernardo Ferrándiz y Badenes fechado en 1875 se aprecia bien el ambiente feliz de la Lonja de la Seda en su momento de esplendor. Ahora solo hay turistas impresionados por el edificio, quizá interesados por la historia. Como queda dicho, ya no hay muchas fábricas en activo, y el llamado 'último velluter' falleció en el verano de 2021. Sin embargo, la relación con la seda continúa viva en la ciudad y en las Fallas, incluso en los trajes que las Falleras muestran en Instagram, lo que ayuda a asegurar su futuro y a conservar la memoria.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete