De cara
Qué celebra el Atlético
«En una de estas esa gente se junta en Neptuno para conmemorar los 50 millones de más que la presencia del equipo en el Mundialito de clubes le mete al dueño en el bolsillo»
La Liga queda resuelta

Dormido y feliz
Estaba cantado y escrito. Llegaría el final de curso, el Atlético lograría un año más la plaza de Champions, hasta con antelación, y el simeonismo militante (un sector mayoritario de la grada del Metropolitano, los jefes, el propio entrenador, su legión de aduladores...) se ... agarraría interesada a la amnesia y, panegíricos incluidos, celebraría otra temporada triunfal imaginaria. Ya no hay rastro en el ambiente de aquel paseo de los Melancólicos por el que los aficionados rojiblancos bajaban cabizbajos del Calderón después de algunos partidos murmurando el célebre y tierno «este Atleti...». Ahora, ese hincha es crónicamente feliz, pese a derrotas sonrojantes como las de este domingo, y festeja sonriente la obra de su gurú, cualquiera que sea, aunque el equipo dé por perdida la Liga en septiembre, se arrastre a domicilio un domingo tras otro, caiga apalizado en Copa por un equipo al que aventaja en casi todo, o deje de competir repentinamente en la Champions con su incorregible paso atrás cuando tenía de rodillas y grogui al rival asequible que, mire usted por dónde, jugará en dos semanas la gran final (y hasta a ese matiz le dan la vuelta convencidos: no se mira al Dortmund con el remordimiento de la oportunidad regalada, sino como una prueba del mérito conformista de ante quién se cayó eliminado). O se despida como anfitrión siendo goleado intrascendentemente ante Osasuna. Simeone rescató hace 12 años al Atlético de la vulgaridad y la falta de exigencia y le devolvió a la dignidad del prohibido rendirse, el nada es imposible y los títulos se pelean, pero de aquello sólo quedan las cenizas. Y en el trayecto, adormecido el seguidor colchonero por esas primeras hazañas, le cambió su genética sin que se diera cuenta (igual que Mourinho modificó en su día la del madridista de cuna). Ya no sólo es Miguel Ángel 'Forbes', con la lógica del dueño de una empresa, el que lee al Atlético en términos económicos en vez de en títulos, como antaño. Han quedado abducidos por el cambio de objetivos el técnico mejor pagado, los jugadores y también la masa social, que en una de estas se junta en Neptuno para conmemorar los 50 millones de más que la presencia del equipo en el Mundialito de clubes le mete al dueño en el bolsillo o cantando los 12 años seguidos en Champions, lalala...
Agravio inventado
También quiso celebrar, esta vez sí por un título, otro, el Barcelona femenino. Pero no les sentó bien a sus jugadoras recoger las medallas como ganadoras de la Copa de la Reina en una bolsa de plástico (y tener que colgárselas por su cuenta en vez de con un desfile protocolario por una tarima, como en el Mundial, o como ayer mismo en la final de la Copa del Rey de fútbol sala que ganó el Betis. Cutre y feo fue el detalle, está claro, como retrató ese espontáneo «es broma» de Salma Paralluelo cuando un señor del cuerpo técnico le entregó la presea, pero lo que no fue, para disgusto de los cazarrecompensas habituales, es discriminatorio. Ni agravio con el último campeón femenino (así las recibieron las futbolistas del Atlético de Madrid la temporada pasada) ni con el último campeón masculino (así las recibieron los jugadores del Athletic el mes pasado en La Cartuja). Pedro Rocha, eso sí, no apareció el sábado por La Romareda.
El chiste del VAR
Que la polémica arbitral no ha desaparecido con la aparición del VAR es una evidencia. Lo que sí tienen ahora es menos defensa los errores, que se siguen produciendo por un criterio desigual y hasta contradictorio a la hora de resolver jugadas o simplemente de intervenir o no en ellas. Pero por muy frágil que sea la memoria, no hay por dónde aceptar la ocurrencia de quienes quieren derrocarlo ahora (y en la Premier hasta se ha organizado un plebiscito ridículo para decidirlo). Basta mirar un partido del fútbol que aún no tiene para pagarse el videoarbitraje (el femenino, por ejemplo) para comprobar el sinsentido del planteamiento de una marcha atrás. La culpa no es de la máquina (aunque pueda mejorarse en términos científicos), sino de quien la está utilizando. Y eso es lo que habría que corregir, el incomprensible y desconcertante error humano que acompaña desde siempre a los árbitros, pero que ahora no tiene mucha coartada. La propuesta de la FIFA de conceder a los entrenadores dos revisiones a su antojo, a modo del tenis, puede ser una ayuda, aunque así de primeras cuesta aterrizar (¿las podrán pedir viendo por televisión antes las acciones?). Pero regresar al pasado, ni de broma.
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